Se cuenta que “al bajar de la terraza de su casa, donde
acababa de hacer la siesta, Nasrudín da un traspiés al pisar un escalón y rueda
escaleras abajo.
- Pero ¿qué pasa? - le grita su mujer que, desde la
cocina, ha oído el ruido de su caída.
- Nada importante - responde Nasrudín, poniéndose en
pie como puede - Ha sido mi abrigo que se ha caído por la escalera.
- ¿Tu abrigo?.. pero ¿y ese ruido?
- El ruido ha sido porque yo iba dentro.
Quizás algunas de las
preocupaciones de tu infancia ahora te provocan una sonrisa. Y si has
experimentado un mismo conflicto en dos etapas diferentes de tu vida,
probablemente, la vivencia, en ambos casos, habrá sido distinta. De la misma manera, dependiendo
de sus creencias religiosas o tradiciones culturales, dos personas pueden
afrontar una misma circunstancia como problemática o no.
Eso es así porque los
problemas no se pueden separar de quien los percibe ya que es esa persona quien,
en primer lugar, etiqueta el asunto como problema y en segundo lugar, decide
como relacionarse con ello.
Por todo esto, cuando estoy en un problema, no tomo como
objetivo resolverlo sino resolverme con el problema. Llamo resolverme a
descubrir qué desafío tengo por delante, qué recursos voy a tener que
desarrollar, que aprendizajes tendré que asumir, que cambios tendré que
promover, etc… Le doy este enfoque, en primera persona, porque entiendo que la
situación está relacionada con algo en lo
que yo puedo superarme y por lo tanto es una oportunidad para crecer. Y
lo formulo como un reto: El de encontrar los caminos que me lleven del
territorio problema en el que estoy enredada sintiendo perturbación, al
territorio solución, en el que habiéndome expandido mi potencial, me siento en
paz.
Como siempre me ha resultado
muy útil esta perspectiva, hoy quiero compartir contigo los cinco pasos del
ejercicio que denomino “resolverme con
el problema”. Te animo a practicarlo
con algún conflicto presente en tu vida en este momento y espero que también
para ti, sea de ayuda:
Primer paso:
Descubre y observa bien el territorio en el que eres
parte del problema:
1.- Empieza definiendo lo que te preocupa: ¿En qué consiste el problema? ¿En qué áreas de tu
vida o en relación a qué personas se manifiesta? ¿Cuándo aparece o se repite?
¿Qué forma toma? ¿Qué crees que lo causa? Escribe las respuestas y añade todos
los detalles que te parezcan importantes sobre la situación.
2.- Toma conciencia de la postura física, mental y
emocional que tomas ante la situación: ¿Quizás tienes miedo a la situación percibida,
sensación de islamiento, separación, exclusión, necesidad de protección o
defensa, dificultades de comunicación, confusión, desconfianza o bloqueo?
Colócate delante de un espejo, cierra los ojos, sigue pensando en el conflicto
mientras dejas que surjan las emociones que acompañan a ese pensamiento y aún
con los ojos cerrados trata de encontrar la postura corporal que mejor exprese esa
vivencia. Después, sin moverte abre los ojos y observa tu gesto en el espejo.
3.- Analiza cómo han sido tus primeras reacciones al
percibir el problema: ¿Te has negado
a verlo? ¿Has cerrado los ojos y te has dicho a ti mismo que todo está bien? ¿Has
reconocido el conflicto pero no te has decidido a afrontarlo? ¿Te estás
buscando ocupaciones para retrasar o
evitar hacer lo que crees que debes hacer? ¿Estás evitando tu responsabilidad
culpabilizando a otros? ¿Te está bloqueando la propia
culpa? ¿Has decidido resignarte para evitar enfrentamientos? ¿Has actuado
impulsivamente y aún se ha complicado más el asunto?
Segundo paso:
Afírmate en tu propósito:
Ahora ya tienes más
consciencia de todo lo que supone para ti esta vivencia. Y mientras estás sintiendo
estas emociones y percibiendo la tensión de tu postura en esta experiencia,
afírmate en el propósito de resolverte hasta lograr salir de este territorio y
encontrarte en el de la solución. Para ir hasta allí necesitas conocer
ese lugar en todas sus dimensiones y eso supone dar otro paso más de la mano de tu imaginación.
Tercer paso:
Descubre y observa bien el territorio en el que eres
parte de la solución:
1.- Empieza imaginando como es tu vida ahora que te
has resuelto con este desafío: ¿Cómo
marchan las cosas? ¿Qué cambios se han dado en las áreas en las que te sentías
en conflicto? ¿Qué has aprendido, qué has logrado? Visualiza un día completo en
el territorio solución y escribe todos los detalles que te parezcan
importantes.
2.- Toma conciencia de la postura física, mental y
emocional que tomas siendo parte de la solución: ¿Quizás te sientes en paz, en armonía con la situación
que percibes? ¿Vives un clima de aceptación, integración, tolerancia y unidad
de propósito con las personas involucradas? ¿Sientes motivación, confianza y
coherencia entre lo que piensas, sientes y haces? ¿Notas una sensación de
fluidez y buena comunicación? Y
ahora, otra vez delante del espejo, cierra los ojos y visualízate como
protagonista de la solución. Piensa y siente esa situación estupenda, fluída,
en la que todo está bien. Disfruta imaginándolo y trata de encontrar la
expresión corporal que mejor manifieste esa vivencia. Luego, abre los ojos sin
moverte y obsérvate en esa postura reflejada en el espejo.
Cuarto paso:
Mira hacia atrás, desde el territorio solución al
territorio problema y descubre el sendero: ¿Cuál fue el paso antes de llegar a resolverte? ¿Y el anterior? Recorre
el camino en sentido contrario hasta llegar otra vez al territorio problema y anota
todo lo que vas imaginado. Con esto ya tienes una buena base para trazar tu
plan de acción. Pasa a tu agenda todas las acciones, por pequeñas que sean, que
te han ayudado a alcanzar el territorio solución.
Quinto paso:
Entra en acción: Paso a paso lleva a cabo todo lo que has planeado. Ahora ya puedes
enfocar la situación como lo haces cuando tienes una ilusión, un sueño que quieres
hacer realidad. La insatisfacción del territorio problema te ha permitido
discernir más claramente los cambios que deseas. Y ahora, con perseverancia,
vas a tratar de hacerlos realidad. Mientras avanzas por ese camino, sobre todo en las
acciones que te resulten más difíciles de realizar, recuerda la postura física,
el gesto que viste en el espejo, cuando te imaginabas en el territorio solución
y trata de adoptarlo lo mejor que puedas, incorporando lo más posible las
sensaciones más agradables de esa postura. Recuerda que lo que estás haciendo
es desarrollar nuevas capacidades cuyas semillas ya están en ti. Reafírmate, a
cada paso, en la idea de resolverte.
Puedes pasar mucho tiempo sumando los problemas sin ver todas las
capacidades que ellos te empujan a multiplicar. Y también puedes ver cualquier dificultad
como una lección de vida, como un desafío que necesitas afrontar para superarte
y crecer. ¡Aprovecha la oportunidad!
Gracias por tu atención. Estaré encantada de leer tus comentarios.
Abrazos y hasta pronto.
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Excelente visión y muy acertada para mí momento actual .,, como anillo al dedo :)
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