Todos, alguien, nadie y cualquiera

Hay un breve relato que habla de cuatro personajes: “Todos”, “Alguien”, “Cualquiera” y “Nadie”. Y de un trabajo muy importante que debían terminar para el día siguiente. “Todos” sabía que “Alguien” lo haría. “Cualquiera” podría haberlo hecho pero en realidad “Nadie” lo hizo. “Alguien se enfadó cuando se enteró de lo sucedido porque correspondía hacerlo a “Todos”. El resultado fue que “Todos” creía que lo haría “Cualquiera” y “Nadie” se dio cuenta de que “Alguien” no lo haría. La historia termina con que “Alguien” reprochó a “Todos” porque en realidad “Nadie” hizo lo que podía hacer “Cualquiera”.

Es un texto que describe una realidad decepcionante. La crónica de un recorrido que acaba en un callejón sin salida. Pero también existe una frase, una de mis favoritas, que, si la pones en práctica, genera todo lo contario y te lleva, como poco, a un espacio de transformación.  Hablo de esa cita que se atribuye a Gandhi y dice: “Se el cambio que quieres ver en el mundo.”

Me gustan estas palabras porque te predisponen a escucharte y a actuar. Te invitan  a centrarte en tus valores, a responsabilizarte de tu rumbo y a vibrar en sintonía con tus más felices visiones..Te transportan desde la preocupación hasta la ocupación, desde la impotencia hasta una zona de influencia. Y con ello pasas de sentirte víctima a ser protagonista de ese trocito de aventura vital a la que te atreves a decir “si”. "Sí, al menos aquí y ahora, en este pequeño aspecto, soy el cambio que quiero ver en el mundo". No hay escapatoria. La frase te compromete contigo mismo, con tus anhelos, con el mundo y con la acción. Y te salva del frustrante inmovilismo que se produce cuando esperas que sean otros los que empiecen a cambiar.

Desde que la conozco, he usado esta frase como un manual de supervivencia en tiempos de crisis y me ha sido muy útil. Si quieres probarlo, toma el significado al pie de la letra. Primero se tratará de preguntarte cuáles sonlos cambios que quieres ver en el mundo. Pregúntatelo a todos los niveles que se te ocurran, en todas las áreas que te imagines, en las grandes cuestiones y en las pequeñas cosas cotidianas. Y vete anotando las respuestas. 

Te animo a que utilices un cuaderno nuevo y que lo dediques exclusivamente a este ejercicio pues es una tarea de nunca acabar y puede ser fuente de ideas y motivación para toda una vida. Una vez tengas escritas un buen puñado de respuestas, planea el modo de pasar a la acción, empezando por todo aquello que te produce más insatisfacción y que, por lo tanto, antes quieres ver transformado. Y por pequeña que sea la acción que puedes llevar a cabo, realízala.

Este método no te garantiza que los demás vayan a cambiar, pero te asegura que si tú lo aportas, en el mundo habrá algo más de eso que tanto valoras. Y quizás, si otros comprueban que tú puedes, recuerden que ellos también son capaces. O si observan cómo lo haces y lo bien que te sienta, ellos se animen. Es como ver un puzle incompleto,  darte cuenta que tú eres una pieza, descubrir tu sitio, colocarte y comprender, por una parte, que contigo ahí el puzle se completa un poco más, y por otra, que al situarte tú, algunas otras piezas que habían de ensamblar con tus contornos, ahora ya pueden reconocer su sitio y comprender su valor. Un proceso que se va mutiplicando más y más, en beneficio de cada pieza y del conjunto.

Para acabar, como complemento, te propongo escuchar una meditación incluida en “Lo que el corazón quiere contemplar”.  Se trata de un ejercicio y unas afirmaciones que te ayudarán a fomentar la coherencia entre lo que piensas, lo que sientes y lo que haces:

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Feliz día a “Todos”, “Alguien”, “Nadie” y “Cualquiera” :0)




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