Nos demos cuenta o no, lo hagamos abierta o veladamente, el
caso es que, desde que nacemos, nos pasamos la vida pidiendo. Pedimos afecto y
colaboración, pedimos al rezar o al solicitar la complicidad del universo para
hacer realidad nuestros sueños y nos pedimos esfuerzo y superación a nosotros
mismos. Hasta las quejas y lamentos suelen ser meros envoltorios de algún tipo
de petición.
Los adultos, sin embargo, con frecuencia esperanos que los
demás adivinen nuestras preferencias, renunciando a comunicarlas abiertamente. “Es que si hay que decirlo ya no tiene
valor” “Me da vergüenza pedirlo” “No estoy preparado para una negativa” “Si me
quiere sabrá lo que me gusta”, etc… son afirmaciones que intentan justificar
la resistencia a solicitar, sin rodeos, lo que necesitamos.
Entre las razones que engrosan esas resistencias están, a
menudo, una escasa consciencia corporal y desconexión emocional que dificulta
el reconocimiento de nuestras querencias. También, mantener creencias
limitadoras como pensar que “pedir es
signo de debilidad” o sentir miedo de quedar a merced de otros. Nos puede
perder el orgullo al considerar que todo lo podemos hacer por nuestra cuenta o
nos puede frena excesivamente la baja autoestima al suponer que sin la
aprobación de los demás no somos nada.
En medio de esta marea de creencias limitadoras, dudas y
temores, gran parte de las veces, si nos atrevemos a pedir, lo hacemos sin
concretar, sin determinar condiciones y esperando de los otros, no ya una
escucha atenta, sino la clarividencia que les permita hacerse cargo de lo que
nos atrevemos a solicitar.
Este chiste sirve como ejemplo gracioso de los problemas que
se pueden generar si no somos específicos al momento de expresar nuestros
deseos:
“Un hombre encontró una botella
mientras paseaba por la playa. La levantó de la arena, le quitó el tapón y,
ante su sorpresa, vió salir de su interior un genio que le dijo:
- Gracias por librarme de la botella que me
tuvo preso tanto tiempo. Ahora, en recompensa te cumpliré tres deseos.
- ¡Fantástico! Siempre
he soñado con algo así y sé exactamente lo que quiero.
El genio le pidió que
expresara sus deseos y el paseante hizo un primer pedido de dinero que fue
atendido al instante, después pidió el último modelo de su marca de coche
preferida, que inmediatamente apareció a su lado y, en tercer lugar pidió “ser irresistible para las mujeres”. Al
escucharle, el genio le tocó con su mano y lo convirtió en una caja de
bombones.”
¿Quién pide?
Tú eres el que pide, se trata de tus necesidades, así que
empieza por escucharte con tranquilidad hasta que tengas claro lo que quieres. Cuando
respondas “me da igual” piénsalo
bien. Date tiempo y permiso para reconocer lo que deseas. Expresar tus
preferencias es respetarte. Es importante que descubras el fondo de tus deseos.
Por ejemplo, en un primer momento, puedes creer que lo que quieres es salir a
cenar a un restaurante con tu pareja, pero al preguntarte “¿qué es lo que obtendré al realizar ese deseo?” quizás descubras
que lo que verdaderamente deseas es la atención de tu cónyuge y un tiempo para
hablar tranquilamente. ¿Qué es lo que realmente quiero de esta
persona? ¿Qué expectativa ha quedado incumplida? ¿Qué supone eso en mi vida?
Hazte estas preguntas hasta descubrir qué es lo que verdaderamente te importa.
¿A quién se lo pides?
Los demás son seres humanos, como tú, con sus altibajos, sus
grandezas y sus limitaciones. A veces no estarán a la altura de tus
expectativas y a veces las superarán. En cualquier caso, asegúrate que tu
petición esté enmarcada en el respeto hacua su libertad de respuesta. Es decir,
acostúmbrate a solicitar en vez de exigir. Ten en cuenta, además, que cada uno
tiene sus tiempos. A veces, su respuesta será positiva pero después de un
espacio de reflexión. Ten paciencia. También recuerda que hay muchas formas de
lograr un mismo objetivo. Los demás pueden estar de acuerdo en atender tu
pedido pero, quizás, prefieren una forma de hacerlo distinta a la que tú
hubieras elegido.
¿Qué pides?
Asegúrate de no hacer pedidos imposibles. Los otros pueden
colaborar contigo pero no podrán hacerse cargo de lo que sólo está bajo tu
control y forma parte de tu responsabilidad. Ovserva la diferencia entre decir
a un amigo: “Ojalá hoy propongas algo
interesante pues yo no estoy muy inspirado y necesito distraerme” o
afirmar: “Hoy me tienes que animar”. Igualmente
es esencial que, desde el primer momento, tengas claro si lo que pides es una
preferencia o una necesidad pues de esta diferenciación se derivarán las
emociones que sentirás al pensar en realizar la petición.
¿Sientes alguna
resistencia a pedirlo claramente?
Si notas que algo te frena a expresarte, pregúntate: ¿Qué es lo peor que me puede pasar si
solicito lo que quiero? ¿Cómo cambiará mi vida si rechazan mi petición?
Imaginar “tu escena más temida” puede
ayudarte a comprender su verdadera importancia y así, impedir generar emociones
que no se correspondan con dicha importancia. Si en el paso anterior ya has
podido diferencias entre preferencia y necesidad, tendrás ganado un buen trecho
en este punto. Recuerda, además, que al obtener una respuesta, sea la que sea,
siempre estarás ganando información. Y ante algunas negativas puede quedar la
posibilidad de negociación para llegar a algún acuerdo. En cualquier caso, el
miedo al rechazo y la frustración son dos emociones que es necesario aprender a
gestionar pues aparecen, tarde o temprano, en el camino de cualquier vida.
¿Cómo vas a formular
tu petición?
Una comunicación efectiva y afectiva implica atender lo que
sientes y, a la vez, responsabilizarte de encontrar cauces constructivos de
expresión. En este sentido es útil:
A) Eligir el momento:
Calcula el tiempo que vas a necesitar para expresarte y
cuenta con la opinión de los demás pues necesitas una buena disposición a
escuchar por su parte. Quizás convenga realizar preguntas del tipo: “Necesito media hora (o lo que hayas
calculado) para conversar contigo, ¿podría ser ahora o prefieres en otro
momento?”
B) Procurar ser
claro, sencillo y específico:
Una buena fórmula puede ser “Yo te pido a ti (qué, cómo y cuándo)” Si dices “habría que pensar en las vacaciones”,
ni siquiera llegas a hacer una petición concreta sino que te quedas en la
expresión de un deseo muy general. Pero si, siguiendo la fórmula afirmas: “Me
gustaría que, si te fuera posible, antes de acabar el mes, te encargases de
buscar información sobre posibles viajes para nuestras vacaciones, pues yo no
tendré tiempo y sería una pena perder las ofertas de la temporada” Esa petirción
es más concreta y clara.
C) Buscar las palabras más efectivas:
Palabras que no
inciten a tu interlocutor a ponerse a la defensiva. Hablar claro no tiene
porque suponer desconsideración. En la medida de lo posible que tu petición no
suene a mandato y que sugiera respeto por su libertad de respuesta. En vez de
“Debes” o “tienes que…” di “Es necesario o es importante… ". En lugar de “Quiero
que tú…” di “me gustaría que tú…” , “Te propongo …” o “te agradecería que…”
D) Ponerle emoción:
No expreses únicamente la lógica de tu petición, habla
también de cómo te sientes, qué significado tiene para ti lo que reclamas o qué
valor darás a la colaboración que pides. Expresa entusiasmo si quieres
entusiasmar y exprésate con determinación si deseas ser tomado en serio.
E) Insistir, si es
necesario.
Ante una primera negativa comprueba si te han comprendido
bien, si puedes encontrar nuevos argumentos o pregunta directamente si puedes
hacer algo para tener una respuesta positiva.
F) Contar con la
propia creatividad:
A veces, lo más importante para obtener lo que deseas es
conseguir obtener la atención suficiente como para interesar al otro en tu
asunto. En un trabajo de equipo, por ejemplo, si consideras que lo que quieres
para ti puede ser de beneficio para otros, empieza exponiendo esas ventajas
para captar su apoyo y así tener más fuerza al hacer la petición. Además,
utiliza tu imaginación para visualizar la escena tal como quieres que resulte.
Es una forma de familiarizar a tu mente con la situación y disolver algunas
resistencias.
Es entrañable que
el otro sea empático pero también es saludable facilitar el camino para que te
comprendan. Una comunicación efectiva y afectiva implica no censurar lo que
sientes y a la vez responsabilizarte de encontrar cauces constructivos de
expresión. Recuerda que si no eres claro al pedir lo que quieres te
arriesgas a recibir lo que no deseas.
Gracias por tu
atención. Estaré encantada de leer tus comentarios. Abrazos y hasta pronto.
Pepa Arcay
Coach Personal
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