Hay gente famosa cuya labor,
valores o actitud admiro. Me alegra ver que, de vez en cuando, obtienen reconocimiento social y reciben premios por su labor.
Pero, en mi vida, también hay mucha gente admirable que no es
famosa ni suele queda incluida en las nominaciones a prestigiosos galardones. Son ellos quienes hoy me inspiran este texto.
Yo les llamo mi “gente necesaria”. Tal denominación la
tomé de este precioso poema de Hamlet Lima Quintana:
“Hay
gente que con solo decir una palabra
enciende
la ilusión y los rosales,
que
con sólo sonreír entre los ojos
nos
invita a viajar por otras zonas,
nos
hace recorrer toda la magia.
Hay
gente,que con solo dar la mano
rompe
la soledad, pone la mesa,
sirve
el puchero, coloca las guirnaldas.
Que
con solo empuñar una guitarra
hace
una sinfonía de entrecasa.
Hay
gente que con solo abrir la boca
llega
hasta todos los límites del alma,
alimenta
una flor, inventa sueños,
hace
cantar el vino en las tinajas
y
se queda después, como si nada.
Y
uno se va de novio con la vida
desterrando
una muerte solitaria,
pues
sabe, que a la vuelta de la esquina,
hay
gente que es así, tan necesaria.”
Hay personas en mi mundo que
siempre son así. Y de una forma u otra procuro mostrarles mi gratitud para que
sepan que les tengo en gran aprecio y son mi inspiración. A veces, cuando la
vida parece ponerse difícil, invoco su recuerdo en mi corazón y, aunque sea a
trancas y a barrancas, intento seguir su ejemplo, encendiendo alguna ilusión,
colocando alguna guirnalda de esperanza o alimentando un sueño del alma. Pero
sobre todo trato de poner en práctica algo que una de estas “personas necesarias” , me enseñó y hoy
quiero compartir contigo.
“Las personas más necesaria son aquellas capaces de
hacer que los demás se sientan necesarios”. Esta es la frase que me dijo ese maestro cuando le mostré mi
agradecimiento por su positiva influencia en mi vida. Y, ante mi expresión
interrogante, me contó este relato:
“Dicen que una
noche, hubo una curiosa asamblea en una carpintería. Las herramientas se habían
reunido para arreglar diferencias que les impedían hacer equipo.
El martillo pretendió ejercer la presidencia de la
reunión pero enseguida la asamblea le notificó que tenía que renunciar:
– No puedes presidir, martillo – le dijo el portavoz
de la asamblea – Haces demasiado ruido y te pasas todo el tiempo golpeando.
El martillo aceptó su culpa pero propuso:
– Si yo no presido, pido que también sea expulsado el
tornillo puesto que siempre hay que darle muchas vueltas para que sirva para
algo.
El tornillo dijo que aceptaba su expulsión pero puso
una condición:
– Si yo me voy, expulsad también a la lija puesto que
es muy áspera en su trato y siempre tiene fricciones con los demás.
La lija dijo que no se iría a no ser que fuera
expulsado el metro. Afirmó:
– El ,etro se pasa siempre el tiempo midiendo a los
demás según su propia medida como si fuera el único perfecto.
Estando la reunión en tan delicado momento, apareció
inesperadamente el carpintero que se puso su delantal e inició su trabajo.
Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Trabajó la madera hasta
acabar una preciosa mesa. Al finalizarla se fue.
Cuando la
carpintería volvió a quedar a solas, la asamblea reanudó la deliberación.
Fue entonces cuando el serrucho, que aún no había tomado la palabra, habló:
– Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos,
pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Son ellas las que nos hacen
valiosos. Así que propongo que no nos centremos tanto en nuestros puntos
débiles y que nos concentremos en la utilidad de nuestros puntos fuertes.
La asamblea valoró entonces que el martillo era
fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y
limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron un
equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus
fortalezas y de trabajar juntos.”
Tras escuchar este cuento
entendí que el carpintero era de esas personas que son capaces de hacer que los
demás se sientan necesarios. Y comprendí
además que era una habilidad que se podía practicar y desarrollar. Quizás no
todos sepamos, como dice el poeta, encender hasta los rosales con una palabra o
con solo dar la mano romper soledades. Pero si podemos aprender a poner la
atención, no en las carencias y defectos de quienes nos rodean sino en los
dones, cualidades, recursos y aspectos más valiosos que cada cual puede
aportar.
Y a eso te invito. Es todo un
recurso de autoayuda pues al practicarlo, quizá no te hagas famoso pero te
sentirás útil pues estarás colaborando a
que, con la aportación de todos, hagamos del mundo una obra hermosa, como la
mesa de la carpintería.
Para empezar a practicar te
sugiero este ejercicio:
Escribe el nombre de alguien con quien, por
circunstancias, estás obligado a relacionarte pero te resulta una incómoda
compañía. Detalla todo aquello que te disgusta de esa persona.
Luego escribe sobre sus
circunstancias, su día a día y las motivaciones que crees le pueden llevar a
hacer lo que hace. ¿Cuáles son las
dificultades que afronta? ¿Cómo es su entorno? ¿Qué tipo de limitaciones tiene
que asumir? ¿Está soportando presiones familiares, problemas económicos o
preocupaciones de salud? ¿Qué es lo que más anhela? ¿Qué miedos le frenan?
Pregúntate cual es el valor
positivo que esa persona quizás está buscando al comportarse de esas maneras
que tanto te disgustan. Piensa que su
intención puede ser positiva aunque la conducta elegida sea nociva. Los seres
humanos a veces gritamos para captar la atención, mentimos creyendo que así
logramos mantener la paz o traicionamos nuestros principios para atender una
necesidad de seguridad o reconocimiento, por ejemplo.
A continuación escribe sobre
situaciones en las que tú hayas tenido reacciones similares y descubre qué es
lo que pretendías actuando así. Recuerda en todo momento que, al hacer este
ejercicio, no se trata de juzgar ni tan siquiera de evaluar sino de generar más
comprensión.
Después de estas reflexiones,
quizá ya con un punto de vista más amplio y compasivo sobre esta persona, trata
de buscar algo en su aportación que te parezca positivo. O algo que, dadas sus
cualidades podría desempeñar bien. Imagínalo haciendo tareas constructivas para
su entorno y trata de visualizar en qué aspectos podríais llegar a colaborar.
Anota todo lo que se te ocurra y recuérdalo cada vez que estés en su compañía.
Posiblemente te sentirás más cómodo a su lado pues cuando ayudas a otros a
descubrir el valor de su colaboración tú también estás haciendo una valiosa
aportación
Con esa actitud te habrás
situado en el grupo de “la gente más
necesaria”. Esa que "procura ofrecer
una mirada que se enfoca en la dignidad
humana más allá de las apariencias. Que contempla con consideración lo que a su
alrededor, por pequeño que sea, también sueña e intenta transmitir confianza,
compromiso y esperanza. Logrando que en su compañía todos perciban la grandeza
de la vida que son: una expresión única e irrepetible de la vida, con una
función que realizar, un potencial a desplegar, y siempre dignos de amor y
respeto." ("Lo que el corazón quiere contemplar")
Gracias por tu atención.
Estaré encantada de que participes con tus comentarios. Abrazos y hasta pronto.
Pepa Arcay
Coach Personal
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