domingo, 21 de enero de 2018

Cómo despedirte bien de tu pasado y poner paz en tu memoria

El viaje de la vida, puede percibirse como un complejo recorrido hecho de encuentros y despedidas. Tarde o temprano hay que decir adiós a trozos de la existencia y dar la bienvenida a lo nuevo. Todo es pasajero pero a veces cuesta aceptar esta evidencia,

Y sea porque nos perturba su recuerdo o porque añoramos los momentos vividos, a veces el pasado actúa como un imán que atrae nuestra atención y atrapa la energía que queremos dedicar a disfrutar del presente, a desarrollar nuevos proyectos o simplemente a mantener plena consciencia del ahora.

En un relato de la tradición budista se cuenta que “un hombre iba caminando con dificultad por la orilla de un río y observó que la orilla opuesta era mucho más transitable. Pronto comprendió que no podía alcanzarla nadando porque la corriente era muy fuerte, así que paró, reunió los materiales necesarios y construyó una balsa. Subido en ella cruzó el río sin problemas.

Ya en la otra orilla, sintió tristeza al pensar en abandonar su embarcación. Consideraba todo un logro personal haberla construido y le gustaba contemplarla. De modo que decidió cargar con ella. Pero conforme iba pasando el tiempo sus pasos se hacían cada vez más torpes y lentos. A pesar de que el camino era más fácil, se iba quedando sin fuerzas, y empezó a preguntarse si realmente estaba preparado para realizar ese viaje. 

Cuando enfiló el camino que llevaba a la cumbre de la montaña y le resultó imposible escalarla se dio cuenta del desgaste que le estaba suponiendo llevar la balsa con él. Entonces decidió abandonar su carga. Volvió sobre sus pasos, dejó la balsa junto a la orilla para que otros viajeros pudieran utilizarla y siguió su camino más ligero y con paso más equilibrado.”

A menudo nos cuesta despedirnos de aspectos de nuestro pasado que significaron mucho para nosotros, sea porque sufrimos o disfrutamos con ellos. Y además de la dificultad para desprendernos de objetos o poner distancia en algunas relaciones también culpas, resentimientos, añoranzas o decepciones pueden llegar a pesar tanto que, por más dulce que aparezca el presente, nos amargan la experiencia. 

El pasado tiene un lugar y una función siempre que podamos acceder a él o soltarlo libre y conscientemente pero es un compañero tóxico cuando secuestra nuestra atención y nos bloquea la capacidad de acción.

Al comenzar un nuevo año es habitual afrontar nuevos retos aunque quizás no es tan común tomar consciencia de todo aquello que hemos de dejar atrás para que no nos reste energías  Sin embargo, desde mi punto de vista, la mejor manera de empezar un nuevo ciclo es cerrando bien el anterior. Considero que despedirse bien del pasado es el preámbulo necesario para poder dar la bienvenida al presente.

¿Cómo hacer para honrar el pasado y, a la vez, vivir un sano desapego? ¿Cómo equilibrar, ser sensibles a la dimensión afectiva de los vínculos con permitirnos fluir dentro la dinámica de cambio

No conozco recetas mágicas, pero en mi experiencia personal y profesional he comprobado que tener en cuenta los siguientes aspectos puede resultar muy útil y terapéutico:

1.- Darte cuenta: Observa hacia dónde va tu atención.

Llevar undiario sobre tus experiencias, preocupaciones, sentimientos y sueños puede mostrarte si el pasado está dominando tu enfoque. ¿Qué aspecto del pasado te tiene atrapado? ¿En qué escena no puedes dejar de pensar? ¿De qué recuerdo amargo no logras desprenderte? ¿Estás estancado en algún rencor? ¿Qué memoria nubla tu paz interior? ¿Qué etapa te resulta difícil cerrar?

También puede ayudarte repasar tus objetivos y descubrir lo que puede estar obstaculizando el avance en cada uno de ellos. Descubre lo que te ha sido útil en el pasado pero ahora es necesario transformar o soltar para que no te frene en tu camino.  ¿Te ayudaría probar con otra forma de organizar tu hogar, tu mesa de trabajo, tu economía o tu agenda? ¿Sería útil poner mejores límites en algunas relaciones? ¿Qué hábitos nocivos y ya caducos necesitas cambiar? ¿Acumulas ropa u objetos que te restan espacio y energía? ¿Asumes más responsabilidades de las que puedes atender? ¿Te aferras a creencias limitadoras? 

O puedes empezar haciendo un inventario de asuntos pendientes que te reclaman, desde tu pasado, para ser completados. ¿Prometiste algo que aún no has cumplido? ¿Tienes que responder alguna llamada incómoda que vas postergando? ¿Te hace falta pedir alguna disculpa? ¿Te gustaría expresar algún agradecimiento pendiente? ¿Qué reparaciones hay que hacer en tu casa? ¿En tus relaciones? ¿En tu salud? ¿Qué es lo que necesita ser ordenado? ¿En tus armarios? ¿Te prestaron dinero o cosas que aún no has devuelto?¿Olvidaste hacer algún regalo? ¿Qué palabras están pendientes de decir y qué penas y enfados esperan cauces de expresión? ¿Estás evitando alguna conversación necesaria? ¿Qué asuntos mantienes parados a la espera de tomar una decisión?

2.Aceptar cómo te está afectando, en el presente, la memoria de tus experiencias pasadas.

Si has hecho un honesto análisis en el paso anterior habrás descubierto qué te está afectado y cómo, es decir, qué reacciones, bloqueos e insatisfacciones del presente tienen su raíz en acontecimientos del pasado. 

Fingir que eres insensible a esos recuerdos solo aumentará tu malestar. Es más saludable aceptar, es decir, darte permiso para sentir esas emociones y, regulándolas, poder liberarlas.

Aceptar, por ejemplo, la tristeza ante una pérdida o lo que hayas vivido como  tal. Aceptar la rabia ante la imposibilidad de cambiar los hechos del pasado. O aceptar el vacío que produce decir adiós a eso que durante tanto tiempo a formado parte de tu experiencia vital.

Observa lo que sientes actualmente al recordar esa experiencia. Ubica esos sentimientos en tu cuerpo sin intentar alterarlos. ¿Dónde la siento? ¿En qué parte del cuerpo se está manifestando? ¿Siento esa zona cerrada, abierta, pesada, vacía, ligera, dolida, o…? Inspira y al expirar céntrate en la zona donde sientes presente la emoción y lleva allí tus manos. Permanece un rato con las sensaciones que te van viniendo y observa sus cambios sin juzgar. Ofrece atención, reconocimiento y aceptación a esos sentimientos.

Ten en cuenta que procesar las emociones no significa ni reprimirlas ni aferrarte a ellas sino dejar que se hagan presentes, contemplarlas desde la mirada de tu compasivo corazón y soltarlas o encontrar cauces constructivos para aplicar su energía.

“Desprenderse de una fuente de apego duele porque el organismo está habituado y ha creado un condicionamiento, pero es un dolor curativo.” (Walter Riso) Entiende, también, que para experimentar estos pasos necesitarás tiempo y paciencia, encontrar tu propio ritmo de asimilación y respetar tus necesidades especiales mientras curan tus heridas. Considera, además, que si tus memorias son muy traumáticas o te sientes superado por su influencia te convendrá buscar ayuda profesional para elaborar el duelo.

3.- Rituales de despedida: Resulta muy terapéutico desarrollar rituales de despedida en soledad o acompañado por personas que puedan darte apoyo y consuelo. 

Es importante aceptar la ayuda, la compañía o el apoyo social pero también la inestabilidad emocional, la disminución energética o la necesidad de intimidad y aislamiento temporal. 

Aquí te sugiero cuatro propuestas que pueden dar fuerza a tu intención de soltar aspectos de tu pasado:

A) Cartas pendientes: Sea que finalmente las envíes a su destinatario o no, escribir cartas puede servirte para ordenar ideas, dar cauce a sentimientos no expresados y facilitar las despedidas.  Carta a un familiar fallecido al que aún no has dicho adiós, a un amigo a quien en su momento no agradeciste su apoyo, a un amor del pasado cuya ausencia aún no has superado, a ti mismo o al niño que hay en ti para darte ánimo y aliento ante un sueño que no ha podido ser. O escribe al miedo, al enfado, al rencor o a la tristeza que te abruman. 

Escribe lo que sientes, lo que piensas y lo que deseas. Agradece, antes de despedirte, lo que esa persona, situación o emoción te ha aportado y finalmente diles adiós. Lee la carta en voz alta las veces que sean necesarias permitiendo que surjan las emociones hasta que sientas que ya no tienes nada más que decir. Para terminar quema lo escrito y respira conscientemente mientras observas como el fuego va consumiendo la carta y la paz te va envolviendo.

B) Encuentra el aprendizaje y suelta lo que ya nada te aporta. A veces para poder soltar o dar por bien cerrado un asunto que no ha salido como querías, un paso esencial es extraer la enseñanza que te aporta. 

¿Qué es lo que he aprendido de esta experiencia? ¿Para qué me puede ser útil de aquí en adelante? 

Acepta que quizás nunca puedas comprender totalmente las razones de lo que sucedió, de los comportamientos  de otras personas o de tus propias reacciones en aquel momento. Pero puedes determinar para qué te vaa servir esta experiencia, qué es lo que puedes aprender de ella y cómo este aprendizaje puede mejorar tu vida. 

Después imagina que metes en un globo de helio todo aquello que ya no solo no te aporta nada sino que te pesa y retrasa, como rencores o vanas añoranzas. Y visualiza que lo sueltas observando cómo se lo lleva el viento hasta que desaparece de tu horizonte. Mientras lo ves alejarse recuerdasque, en la mochila de tu experiencia, ha quedado lo que sí valió la pena vivir y guardar. Respira hondo y sonríe dando la bienvenida a una nueva sensación de más paz y equilibrio.

C) La caja de los recuerdos: En ocasiones no es necesario dejar ni soltar pero resulta útil guardar algunos recuerdos cuya presencia, al menos de momento, te perturba. 

Elije un lugar o una caja donde, por un tiempo, coloques todo aquello que te remita a una experiencia que aún te duele. Quizás regalos, cartas o fotos de una relación rota, de un familiar fallecido, de un hogar que dejaste atrás o un trabajo que has perdido, por ejemplo. 

Una vez hayas superado el duelo puedes volver a ver el contenido allí guardado y decidir, más serenamente, que hacer con él. A veces necesitamos tiempo, sin que nada roce nuestra herida, para asimilar el cambio y soltar amarres con las vivencias del pasado.

D) Nada se pierde, todo se transforma. Considerarnos formando parte de un todo, en infinita y creativa evolución, nos ayuda a ver los cambios como transformaciones y no como rupturas o pérdidas. 

"Estamos hechos de polvo de estrellas. No es sólo una frase poética; es una realidad. En un universo joven, compuesto principalmente de hidrógeno y helio, las estrellas que se inmolaron para convertirse en superenovas dieron origen a casi todos los demás elementos químicos y los dispersaron por el espacio. Con el transcurso del tiempo, se condensaron para crear nuevas estrellas, sistemas solares y, finalmente, la vida misma. Así, en cierto sentido, el impulso de entender las estrellas es parte de la trama de la existencia humana." (Karen Wright)

4.- Enfócate en el presente: El pasado no lo puedes cambiar pero puedes cambiar tu realidad actual poniendo tu atención en los aspectos mejorables y encontrando actitudes positivas para frontar aquello que es inevitable y no se puede modificar.

¿Estás idealizando el pasado? Quizás lo añoras tanto porque solo recuerdas lo positivo. Podrías utilizar la misma mirada para contemplar el presente y apreciar su riqueza y las oportunidades de disfrutar, amar y aprender que te ofrece. 

Aprecia la belleza de lo que es y te será fácil mantener ahí tu atención. Te propongo practicar a menudo el ejercicio del agradecimiento. que consiste en poner tu atención, durante varios minutos, en todo aquello que valoras y ya está presente en tu vida. Comienza a elaborar una lista con todo lo que vaya surgiendo y cada vez que realices el ejercicio, añade nuevos motivos de gratitud.

Deja, además,  que tu atención vaya de la mano de tu curiosidad, como cuando eras niño y el presente ocupará tu tiempo. Cultiva la actitud de los viajeros que captan los matices de los fugaces instantes. Abiertos al asombro, intuyendo lo maravilloso. Si en cada situación buscas motivos para admirar, agradecer y compartir, tu ánimo mejorará y crecerán tus ganas de vivir. 

Desarrolla tu capacidad de asombro. Aunque todo parezca igual, a cada instante todo es diferente y así visto, el presente resulta apasionante. Estés donde estés disfruta eligiendo la belleza como centro de atención

¿Te asusta algo del presente, te disgusta, te resulta insoportable y te refugias en los recuerdos del pasado para olvidarlo? ¿De qué estás escapando? Haz un buen uso de los recuerdos: ¿Piensas que no vas a poder? Busca experiencias en tu historia que te demuestren que otras veces pudiste. ¿Piensas que es demasiado para ti? Busca en tu memoria momentos en que te sentiste superado y sin embargo encontraste el camino de salida. 

Escribe sobre los momentos desuperación más importantes de tu vida. Experiencias que hablen de tu capacidad de afrontar adversidades y transformarlas en oportunidades para crecer y aprender. Cada vez que consigas realizar un cambio positivo, reconócelo, celébralo y añádelo también a ese registro y repasa esas notas cuando quieras reforzar tu autoconfianza.

Soltarte del pasado te permite entrar en el espacio de poder donde es posible preguntarte: ¿Qué puedo hacer ahora? Y avanzar. Abrirte al cambio supone dar permiso para que lo desconocido ocurra aquí y ahora formando parte de tu experiencia. En este audio, te propongo una visualización cuyo objetivo es entrar en contacto con aspectos de tu pasado que aún no han podido ser y facilitar su expresión. Quizás un talento que quedó oculto, una pasión reprimida, un proyecto a desarrollar o un sueño por cumplir. 




Hacer las paces con el pasado supone que podemos evocar su memoria para recoger aprendizaje, alegría y fortaleza aplicables al presente. A su vez, dentro de esa espiral de evolución que, a veces,  parece dibujar la vida, el presente es el único territorio donde podemos fundar buenos recuerdos que nos sostengan y animen en el futuro. Tal como lo expresó Benedetti:

“…un recuerdo amorosamente fundado
nos limpia los pulmones nos aviva la sangre
nos sacude el otoño nos renueva la piel
y a veces convoca lo mejor que tenemos
el trocito de hazaña que nos toca cumplir.”

Gracias por tu atención. Estaré encantada de leer tus comentarios. Abrazos y hasta pronto.

Pepa Arcay
Coach peronal
p.arcay@la-llamada.com



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Y también ...


"En el fondo de tu corazón están esperando los sueños no cumplidos y todo el amor que aún no ha podido ser. Date permiso para vivirlos.(“Lo que el corazón quiere contemplar”) 

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sábado, 9 de diciembre de 2017

Ver la luz que ya somos

Cuando empieza a respirarse en el ambiente el espíritu navideño, me gusta recordar este microrelato titulado “El mundo”, incluido en “El libro de los abrazos” de Eduardo Galeano:

"Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. 

A la vuelta contó que había contemplado desde arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

-El mundo es eso -reveló- un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende"

Y es que esta época del año, con sus tradiciones y ritos sociales, culturales y religiosos, creo que da cauce a un anhelo humano de contemplar la vida desde otras perspectivas más elevadas. Puntos de vista que, aún percibiendo las diferencias, nos permiten también descubrir aquello que nos une.

Por eso, llegadas estas fechas, me gusta recordar al hombre de Neguá y ensayar esa mirada suya. Mirada que, según entiendo, solo se concentra en esa llama de vida que a todos nos habita y se expande con nuestro latido.

Tratando de imaginar ese “mar de fueguitos” que propone Eduardo Galeano me suelo embarcar en un ejercicio que consiste en dejar que vayan apareciendo en mi mente recuerdos de personas, estimadas o no, esforzándome por descubrir en cada caso, únicamente lo que creo que esos seres aman, lo que les motiva, apasiona y convoca a la acción. Aquello que les ayuda sentirse ardientemente vivos.

Los imagino crepitando con sus diferentes tipos de llamas todas ellas impulsadas por el aliento de vida que nos sostiene. Cuando reconozco el amor de ese padre por su hijo, de ese joven por su vocación, de esa ciudadana por su comunidad, de ese religioso por su fe o de esa mujer por la persona amada, por ejemplo, aunque mi mente no comprenda sus ideas, mi corazón sintoniza con la vibración de esos afectos. Y puedo unirme a todos ellos en esa chispa de humanidad que nos hermana. La vida dándose a luz una y otra vez. Cada ser humano, en su pasión, brillando con su propia luz.

Esta práctica transforma lo que siento hacia ellos. Logra que se amplie mi campo de resonancia empática. Y me lleva a reconocer mi propia llama interior. Repaso entonces mis afectos, mis pasiones, mis motivaciones, mis talentos y todo aquello que arde dentro de mi buscando cauces de expresión y expansión. Veo así mi diferencia y también el impulso vital que me une e iguala a toda la humanidad..

Un doble enfoque que me gusta subrayar practicando también con este otro ejercicio: "Contempla un cuadro al óleo, fija tu mirada en una pincelada y dile “existes y te veo”; luego observa el cuadro en su totalidad pero sin perder de vista ese trazo particular. Podrás comprender que cada cosa, por insignificante que parezca, tiene su lugar y su valor. Sólo es necesario adoptar la perspectiva adecuada al contemplarla." (“Lo que el corazón quiere contemplar”)

Siempre está ahí, a tu alcance, la posibilidad de centrarte en el “fueguito” con el que brilla cada ser humano. Aún el que te parezca más frío y distante, más apático o negativo, ama algo aún cuando no encuentre formas constructivas de expresar ese aliento de vida. Ama la vida o algo que percibe en ella, sea una idea abstracta o una causa concreta, sea su propia sombra o la del prójimo, cada ser humano desde que nace ama hasta sin saberlo y desde ese impulso reconoce y expande la vida que todos somos.

En las costumbres navideñas se incluyen los encuentros entre los seres queridos, tratando de olvidar diferencias para compartir afectos, se iluminan las calles para recordar que tras la noche más larga del año volverá a amanecer y se confía en que alguna estrella en el cielo nos señalará un camino de paz. Pero quizás lo más hermoso del mensaje navideño sea recordarnos que el amor ya nos habita y solo espera ser reconocido, compartido.

“Igual que el firmamento abarca a todas las estrellas y éstas, expandiendo su luz, iluminan la bóveda celeste, también a todas las criaturas, en una red de luz, un principio de amor sustenta hasta que ellas mismas se transforman en manantial de amor y más red de luminosa vida crean.” (“Lo que el corazón quiere contemplar”)

Por eso hoy, cercana la Navidad, con esta preciosa canción de Macaco y Chambao quiero hacerte llegar mis deseos de poder continuar compartiendo, ahora y siempre, la luz que ya somos.



Gracias por leerme y por tus comentarios si es que quieres compartilos. Abrazos, felices fiestas y hasta pronto,


Pepa Arcay
Coach Personal




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Ahora, a tu alcance, un apoyo para el despertar de tu consciencia: “Lo que el corazón quiere contemplar” Un libro, para  leer y practicar, que expandirá tu poder creador y promoverá la conexión con la inteligencia de tu corazón. 

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