
"Un
hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A
la vuelta contó que había contemplado desde arriba, la vida humana. Y dijo que
somos un mar de fueguitos.
-El mundo
es eso -reveló- un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada
persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales.
Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de
fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el
aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero
otros arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y
quien se acerca se enciende"
Y es que esta época del año, con sus tradiciones y
ritos sociales, culturales y religiosos, creo que da cauce a un anhelo humano
de contemplar la vida desde otras perspectivas más elevadas. Puntos de vista
que, aún percibiendo las diferencias, nos permiten también descubrir aquello
que nos une.
Por eso, llegadas estas fechas, me gusta recordar al
hombre de Neguá y ensayar esa mirada suya. Mirada que, según entiendo, solo se
concentra en esa llama de vida que a todos nos habita y se expande con nuestro
latido.
Tratando de imaginar ese “mar de fueguitos” que propone Eduardo Galeano me suelo embarcar
en un ejercicio que consiste en
dejar que vayan apareciendo en mi mente recuerdos de personas, estimadas o no,
esforzándome por descubrir en cada caso, únicamente lo que creo que esos seres
aman, lo que les motiva, apasiona y convoca a la acción. Aquello que les ayuda
sentirse ardientemente vivos.
Los imagino crepitando con sus diferentes tipos de
llamas todas ellas impulsadas por el aliento de vida que nos sostiene. Cuando
reconozco el amor de ese padre por su hijo, de ese joven por su vocación, de
esa ciudadana por su comunidad, de ese religioso por su fe o de esa mujer por
la persona amada, por ejemplo, aunque mi mente no comprenda sus ideas, mi
corazón sintoniza con la vibración de esos afectos. Y puedo unirme a todos
ellos en esa chispa de humanidad que nos hermana. La vida dándose a luz una y
otra vez. Cada ser humano, en su pasión, brillando con su propia luz.
Esta práctica transforma lo que siento hacia ellos.
Logra que se amplie mi campo de resonancia empática. Y me lleva a reconocer mi
propia llama interior. Repaso entonces mis afectos, mis pasiones, mis
motivaciones, mis talentos y todo aquello que arde dentro de mi buscando cauces
de expresión y expansión. Veo así mi diferencia y también el impulso vital que me une e iguala a toda la humanidad..
Un doble enfoque que me gusta subrayar practicando
también con este otro ejercicio: "Contempla
un cuadro al óleo, fija tu mirada en una pincelada y dile “existes y te veo”;
luego observa el cuadro en su totalidad pero sin perder de vista ese trazo
particular. Podrás comprender que cada cosa, por insignificante que parezca,
tiene su lugar y su valor. Sólo es necesario adoptar la perspectiva adecuada al
contemplarla." (“Lo que el corazón quiere contemplar”)

En las costumbres navideñas se incluyen los
encuentros entre los seres queridos, tratando de olvidar diferencias para
compartir afectos, se iluminan las calles para recordar que tras la noche más
larga del año volverá a amanecer y se confía en que alguna estrella en el cielo
nos señalará un camino de paz. Pero quizás lo más hermoso del mensaje navideño
sea recordarnos que el amor ya nos habita y solo espera ser reconocido,
compartido.
“Igual que
el firmamento abarca a todas las estrellas y éstas, expandiendo su luz,
iluminan la bóveda celeste, también a todas las criaturas, en una red de luz,
un principio de amor sustenta hasta que ellas mismas se transforman en
manantial de amor y más red de luminosa vida crean.” (“Lo que el corazón quiere
contemplar”)
Por eso hoy, cercana la Navidad, con esta preciosa
canción de Macaco y Chambao quiero hacerte llegar mis deseos de poder continuar
compartiendo, ahora y siempre, la luz que ya somos.
Gracias por leerme y por tus comentarios si es que
quieres compartilos. Abrazos, felices fiestas y hasta pronto,
Pepa Arcay
Coach Personal
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Muchas gracias por tus escritos y tu presencia en Twitter compartiendo tu luz siendo parte de este mar de fueguitos, sigamos encendiendo esperanza y regalando esa calidez propia de cada corazón. Un abrazo!
ResponderEliminar¡Felices fiestas! Y gracias por compartir tanta luz. De verdad es un muy bello mensaje, que tanta falta hace, no solo en esta época, sino todo el año, toda la vida.
ResponderEliminar¡Abrazos!