Un antiguo cuento de la
tradición espiritual hindú relata la historia de “una
persona que vivía en una cárcel. Sentía seguridad en aquella celda y aunque
había momentos en que deseaba explorar el mundo más allá de su tranquilizador
rincón, lo cierto es que no le quedaba tiempo ni para intentarlo. Era un hombre
muy ocupado.
A través de un ventanuco enrejado gustaba de mirar al
exterior y, cada vez que veía pasar a alguien al otro lado de las rejas,
trataba de llamar su atención. Terminaba el día tan agotado por este esfuerzo
que sólo le quedaban ganas de acostarse y dormir. Se había empeñado en que
aquellas personas se dieran cuenta de la situación en la que se encontraban.
¡Le parecían tan inconscientes!
Un día pasó por allí un viajero y al escuchar sus
gritos se acercó y le preguntó:
-¿A qué viene tanto alboroto?
Y el preso contestó:
-¿No lo comprendes? ¿Acaso estás ciego? ¡Eres tan
ignorante cómo los demás! ¡Intento avisaros de que vivís encarcelados tras
estas rejas!”
Reconozco que, como el
protagonista del relato, me he encontrado a veces en la cárcel de la
ignorancia, inconsciente de que la soberbia me había dejado encerrada.
Curiosamente, en esa calabozo, la autoestima parece inflarse, al creerte generoso en el intento de salvar a
los demás.
En situaciones así,
posiblemente harta de darme contra los barrotes de mi propia celda sin ningún
resultado, he podido liberarme gracias a empezar a cuestionar mi actitud: ¿Y si
me estoy equivocando en algo? Al hacerme esa pregunta estaba usando, aún sin
darme cuenta, la única llave que puede abrir desde dentro la prisión de la
arrogancia. Esa llave se llama humildad.
Ya Francisco de Quevedo
advertía: "La soberbia nunca baja de
donde sube, pero siempre cae de donde subió". Y el rey Salomón
informaba: “Donde hay soberbia, allí
habrá ignorancia; mas donde hay humildad, habrá sabiduría” . Desde mi punto
de vista, cuando la humildad es una actitud del corazón y no solo una
apariencia, resulta liberadora pues abre la puerta a nuevas formas de amar y
disfrutar de la vida:
Con humildad …
Descubres que hay otros puntos de vista. Eso supone que puedes ampliar tu perspectiva y
encontrar más y mejores soluciones .
Reconoces que aún sabiendo mucho hay mucho que te
falta por saber. Es el paso necesario
para abrirte al aprendizaje, dejarte enseñar y crecer.
Dejas de tomarte demasiado en serio. Cuando te permites contemplarte con sentido del humor,
vives más relajado.
Aceptas tus errores. Y te permites disfrutar del sosiego de pedir disculpas
con sencillez.
Ves tus limitaciones. Lo que te permite concentrar mejor tu esfuerzo y saber que necesitas reunir
paciencia y compasión para perseverar.
Comprendes que no puedes controlarlo todo. De esa manera recuperas energía y la usas para trabajar
en lo que está en tu mano hacer.
Admites que no te necesitan. Y puedes pasar a disfrutar de la mutua colaboración.
Compruebas que tener tus razones no es tener la razón.
Ves el valor de comprender sin
necesidad de convencer.
Te das cuenta que nadie triunfa solo. Y puedes encontrar la alegría del agradecimiento y la
fortaleza de la cooperación.
Percibes que no eres el único que tiene algo
interesante que decir. Y descubres la importancia de escuchar más y mejor.
Entiendes que no puedes mandar en la vida de los
demás. Y te centras en hacer tupropio camino.
Ves claro que no eres mejor que nadie pero sí puedes ser hoy mejor que ayer.
Asumes que no puedes decidir por los demás. Y ejerces el derecho de decidir por ti mismo.
Contemplas con ternura como cada cual sólo es una
pieza del puzle de la vida. Y reconoces con respeto y alegría que cada pieza es única e insustituible.
Agustín de Hipona decía que "Para hacerse grande, hay que comenzar
por hacerse pequeño." En este
sentido y para finalizar esta reflexión, quiero compartir contigo el video
titulado “The Known Universe”. A mí me ayuda a recordar la propia pequeñez y, a la vez, la majestuosidad del universo al que pertenezco. Quizás también a ti te
resulte inspirador.
Gracias por tu atención. Me
encantará leer tus opiniones y comentarios. Abrazos y hasta pronto.
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