Imagina que llegas a tu casa,
es de noche y tienes hambre. Durante la semana no has tenido tiempo de hacer
compras y tu despensa está en mínimos. Sin embargo, cuentas con algunos
alimentos y condimentos, aunque nunca los has cocinado combinándolos entre sí.
Es demasiado tarde para presentarte de invitado en casa de amigos o familiares.
Y en este mes tus gastos han sido excesivos así que ni te planteas bajar a la
cafetería de la esquina o llamar a la pizzería. Pero tus ganas de comer van en
aumento.
Te sientas en el sofá y comienzas a reñirte por no ser más organizado, maldices a tu jefe por no pagarte un sueldo más alto, te recriminas por seguir viviendo sólo, te desprecias por no saber cocinar mejor y lloriqueas por todo lo que debería estar en tu nevera y brilla por su ausencia. Quieres comer pero no haces nada por atender ese deseo pues te has quedado estancado en la queja, observando con frustración aquello que, al menos en ese momento, no puedes cambiar. Sin darte cuenta, al rechazar los aspectos del presente que no te gustan, has perdido de vista todo lo valioso que también está formando parte de tu experiencia.
Te sientas en el sofá y comienzas a reñirte por no ser más organizado, maldices a tu jefe por no pagarte un sueldo más alto, te recriminas por seguir viviendo sólo, te desprecias por no saber cocinar mejor y lloriqueas por todo lo que debería estar en tu nevera y brilla por su ausencia. Quieres comer pero no haces nada por atender ese deseo pues te has quedado estancado en la queja, observando con frustración aquello que, al menos en ese momento, no puedes cambiar. Sin darte cuenta, al rechazar los aspectos del presente que no te gustan, has perdido de vista todo lo valioso que también está formando parte de tu experiencia.
¿Y si ante la misma situación
eliges otra respuesta? Supón que atendiendo tus
sensaciones corporales, es decir, tus tripas rugiendo de apetito, determinas tu
objetivo prioritario: alimentarte de la mejor forma posible dentro de tus posibilidades.
Además, piensas que, dado que vas a tener que cocinar, mejor afrontarlo como
una oportunidad de disfrutar siendo creativo. Mientras vas reuniendo los escasos
alimentos, sientes agradecimiento hacia ellos, hacia las personas que los
cultivaron y los elaboraron y empiezas a sentirte más en paz con la situación. Pones
los cinco sentidos en la preparación de tu cena y disfrutas del olor de los
ajos, del color de la zanahoria, de la textura de los tomates y hasta te
sorprendes vertiendo los fideos al ritmo de la música que está sonando en la
radio. Al final, con el estómago lleno, te das cuenta que has pasado un buen
rato aunque consideras que estaría bien mejorar tu organización, tu sueldo, tus
artes gastronómicas y hasta quizás replantearte lo de vivir en compañía. Te
planteas qué es lo que está en tu mano hacer para lograrlo
Ahora te propongo que te
traslades en tu imaginación a la cocina de tu vida. Te despiertas una mañana y
compruebas que en tu existencia siguen faltando muchas cosas importantes.
Tienes poco margen de maniobra y te sientes cansado. Aún así tienes ganas de vivir
y algunos sueños latiendo en tu corazón. ¿Qué actitud vas a elegir para
afrontar el día?
Puedes quedarte parado en el
sofá, rumiando todas tus desgracias, repasando tus carencias, enfadándote
contigo mismo y con todo lo que te rodea. Puedes centrarte en todo lo que va
mal y olvidar tus objetivos, tus motivaciones y hasta tus ganas de ser feliz.
Nada va a mejorar. Y te quedarás demasiado desanimado como para plantearte ningún
cambio.
O mejor, puedes reunir todos
los ingredientes aprovechables de tu presente, por pocos o insignificantes que
sean, y cocinarlos de la forma más creativa que se te ocurra, sin perder de
vista tus objetivos y poniéndole mucho amor. Luego, con mejor ánimo, puedes ir pensando qué hacer para acercarte
más al horizonte de tus sueños.Por supuesto, es necesario tomar consciencia de los puntos de malestar, incomodidad e insatisfacción. Reconocerlos es el primer paso para evolucionar. Pero no es eficaz quedarte estancado en el territorio de la queja sin crear cauces de acción. Sin embargo, si recoges la energía del enfado, lo mezclas con una adecuada valoración de los recursos del presente, le añades entusiasmo y la diriges hacia un objetivo constructivo, se convertirá en coraje. Palabra que viene del latín cor y que en una de sus acepciones significa echar para adelante con corazón.
Y para finalizar mi gastronómica propuesta de hoy, te transcribo una breve y sencilla “receta” incluida en “Loque el corazón quiere contemplar” que te ayudará a centrarte y a sentirte en paz, más allá de las dificultades del momento: “Empieza buscando, en la circunstancia que afrontes, algún motivo de celebración y, por pequeño que sea, siente gratitud. Luego disponte a vivir esa situación con alegría de ser; afrontándola, en la medida que te sea posible, con ternura, sencillez y sentido del humor. Abraza esa experiencia con todo el amor que logres sentir y siéntete en paz por haber puesto en este momento tu mejor voluntad.”
Si estás vivo, como decía Antonio Machado, hoy es siempre todavía. ¡Aprovecha bien esta oportunidad!
Gracias por leerme. Hasta pronto.
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Coaching online: Si te interesa conocer mi labor profesional como coach personal te invito a visitar La Llamada También puedes escribirme a p.arcay@la-llamada.com y solicitar una sesión informativa y gratuita.
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Estaré encantada de atenderte.
"En el fondo de tu corazón están esperando los sueños no cumplidos y todo el amor que aún no ha podido ser. Date permiso para vivirlos." (“Lo que el corazón quiere contemplar”)
Ahora, a tu alcance, un apoyo para el despertar de tu consciencia: “Lo que el corazón quiere contemplar” Un libro, para leer y practicar, que expandirá tu poder creador y promoverá la conexión con la inteligencia de tu corazón.
Puedes leer fragmentos o el libro completo, escucharlo en audio, descargar en ebook, todo gratuitamente aquí.
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