Se cuenta que, el último día de curso, un alumno se
acercó a su maestro y, en un tono desafiante, le dijo: "Profesor, lo que
más me alegra de haber terminado las clases es que ya no tendré que escuchar sus
tonterías ni ver su aburrida cara." Y con semblante arrogante, esperó que
el maestro reaccionara ofendido y descontrolado.
Pero el
profesor miró al alumno por un instante y en forma muy tranquila le preguntó: "¿Cuando
alguien te ofrece algo que no quieres, lo recibes?" El muchacho quedó
desconcertado con la pregunta y, en tono despectivo contestó: "¡Por
supuesto que no!"
"Bueno", prosiguió el profesor. "Cuando alguien intenta ofenderme o me dice algo desagradable, me está ofreciendo algo que puedo decidir no aceptar."
"Bueno", prosiguió el profesor. "Cuando alguien intenta ofenderme o me dice algo desagradable, me está ofreciendo algo que puedo decidir no aceptar."
"No entiendo a qué se refiere", dijo el
alumno confundido. "Muy sencillo", replicó el profesor. "Tú me
estás ofreciendo rabia y desprecio, y, si yo me siento ofendido o me pongo
furioso, estaré aceptando tu regalo. Y yo prefiero obsequiarme mi propia
serenidad."
"Muchacho", concluyó el profesor, "tu
rabia pasará, pero no trates de dejarla conmigo, porque no me interesa. No
puedo controlar lo que llevas en tu
corazón, pero de mí sí depende lo que yo cargo en el mío. No obstante, estaré
encantado de recibir de ti una crítica constructiva y estudiaré con atención
tus propuestas para mejorar mi trabajo."
Me gusta esta historia porque
pone el acento en la libertad que cada cual sostiene para elegir qué recibe y
qué rechaza, de todo aquello que le llega de los demás. Considero que recordar
esa libertad es una de las llaves para no sentirte preso de las opiniones ajenas.
Dado que críticas siempre habrá y entendiendo que son importantes para evolucionar,
la buena noticia es que se puede aprender a mejorar la habilidad de recibirlas
y, como consecuencia de este aprendizaje, mejorar también la forma de hacerlas
y entregarlas.
Hoy quiero compartir contigo diez pautas, a modo de decálogo de buenas prácticas, para recibir críticas y salir airoso del reto:
Hoy quiero compartir contigo diez pautas, a modo de decálogo de buenas prácticas, para recibir críticas y salir airoso del reto:
1.- Cuando compruebes que alguien quiere ofrecerte un juicio crítico,
recuerda tu libertad de elegir recibirlo o no. Si decides aceptarlo evalúa
si es el momento, el lugar adecuado y si estás preparado emocionalmente.
Puedes aceptar escucharle pero pedir tener esa conversación en otras
condiciones. Cuando sea ese encuentro procura comprobar que estás
físicamente relajado y centrado en el momento presente para no reaccionar
en función de otros acontecimientos del pasado.
2.- Antes de esa conversación, recuerda que lo que te van a ofrecer
son opiniones y no una verdad absoluta. Puedes discrepar en todo o en
parte y también estar de acuerdo. Recuerda además que las opiniones que
los demás tienen de ti no te definen. Les definen a ellos, al modo en que
son capaces de contemplarte. Evalúa qué autoridad concedes a esas
opiniones. Establecer esto de antemano te ayudará a mantenerte más
centrado.
3.- Cuando ya estés escuchando, si lo consideras adecuado, puedes
poner límites en esa conversación para que sea más efectiva y más fácil de
sobrellevar. Por ejemplo, no permitas que te etiqueten, generalicen, exageren o te adscriban
intenciones o motivos que no tienes, con frases como: “Tú eres …”
“Siempre…” “Todo es un desastre…” o “Ya se sabe que lo que tú intentas es
….” Para la conversación y pide que se atengan a hechos concretas y que te
pregunten por tus motivos en vez de suponerlos.
4.- Ante las críticas es fácil ponerse a la defensiva y dejar de
escuchar atentamente. Para evitarlo, mantén una respiración pausada y
equilibrada, cambia de postura para estar más relajado y si te es posible,
incluye pausas para tomar algún sorbo de agua. A veces, puedes sentirte
mal porque quien está haciendo la crítica te está culpabilizando de sus sentimientos
con frases como “me haces sentir así …” Frena esa actitud y
responsabilízate de tus actos pero pídele también a la otra persona que se
responsabilice de su respuesta ante dichos actos tuyos.
5.- Pregunta todo lo que no te resulte claro o evidente. Con esas
preguntas ayudarás a centrar el tema en hechos concretos, podrás entender
mejor los puntos de vista de quien te está juzgando y el estado emocional
desde el que se expresa. De vez en cuando, expresa en tus propias palabras,
lo que estás interpretando de lo escuchado, para que el otro compruebe si
le estás entendiendo bien. Especifica todo aquello que comprendes pero aún
así no compartes. Y acepta los puntos válidos, las cosas en las que estás
de acuerdo.
6.- Incluye en la conversación, un tiempo de debate sobre lo expuesto.
Un tiempo para analizar tanto las consecuencias positivas de las posibles
soluciones como las consecuencias negativas de lo que no se quiera, se
sepa o se pueda cambiar. Pero evita entrar en amenazas, responder con
críticas sobre otros asuntos o involucrar a personas que no están
presentes. Si crece demasiado la tensión emocional, por el bien de la
conversación, pide un poco de tiempo y que se reanude el encuentro cuando
todos estéis más tranquilos.
7.- Si no te ofrecen propuestas de mejora, pídelas tú. No aceptes
quedarte sólo con las quejas y pasa al terreno de las posibles soluciones,
utilizando la frase: “Teniendo en cuenta todo lo que me estás diciendo,
¿qué crees tú que podría hacer para ….?”
8.- Si la persona que te hace la crítica te pide una respuesta y no te
sientes cómodo en ese momento, tómate tu tiempo para dársela. De la misma
forma que él ha tenido tiempo para pensar su crítica también tú tienes
derecho a tu tiempo para reflexionar.
9.- Si la crítica ha sido constructiva y expresada con respeto, agradece el esfuerzo que el otro ha
hecho compartiendo sus opiniones y brindándote la oportunidad de conocer
otros puntos de vista.
10.- Una vez acabada la conversación atiéndete. Quédate un rato contigo
mismo y observa cómo te sientes. Recuérdate, mientras respiras
pausadamente, que sigues teniendo el mismo valor como persona que antes de
la conversación. Pon tu foco de atención, durante un rato, en aspectos de
tu vida que estén yendo bien, en acciones de las que te sientas orgulloso
y reconoce tu esfuerzo. Luego, si como consecuencia de la conversación,
notas restos de enfado, rabia, vergüenza o resentimiento en tu interior,
procura soltarlos. Sal a caminar, baila o haz algún ejercicio de
respiración consciente en el que con cada expiración imaginas que sueltas
la energía sobrante y con cada inspiración te llenas de tranquilidad. Por
último, cuando te encuentres en paz, toma nota de todo lo aprendido y si
consideras adecuado hacer algún cambio, ponte manos a la obra, con un
sentimiento de agradecimiento por la posibilidad de aprender y mejorar.
Las críticas vienen y se van. Y tú no eres un éxito
o un fracaso, sino una persona siempre capaz de aprender y crecer. Espero que
estas sugerencias te resulten útiles. Gracias por leerme. Hasta pronto.
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Muy buena enseñanza,lo voy a poner en práctica, gracias.
ResponderEliminarMuy buena enseñanza,lo voy a poner en práctica, gracias.
ResponderEliminarMuy buenos consejos pero que difícil resulta a veces aplicarlos. Pero que por intentar aprender y mejorar no quede.
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