viernes, 12 de diciembre de 2014

Convoca al niño que hay en ti y mantén viva la esperanza

Lo que más me gusta de las fiestas navideñas es el deseo, que parece imperecedero, de recuperar la inocencia, la esperanza, la paz y el amor fraternal. Más allá de las calles iluminadas, los villancicos y los escaparates con sus tentadoras ofertas, lo que cada año llama mi atención y me reconforta, es la capacidad humana para mantener viva la fe en que, es posible vivir desde una actitud más sencilla, bondadosa, compasiva y a la vez, apasionada, soñadora y creativa. Es cierto que ese “espíritu navideño” queda, en gran medida, transformado en un asunto donde prima el consumo y la superficialidad. Pero en el corazón del  niño que todos seguimos siendo, en el fondo de lo más hondo de cada cual, al menos yo, sigo viendo ese anhelo y esa confianza.

En mi infancia, llegadas esta fiestas, disfrutaba leyendo cuentos de Navidad, colocando la estrella sobre el pesebre, intercambiando felicitaciones con quienes me rodeaban, realizando listas de buenos propósitos para el Año Nuevo y escribiendo la carta a los Reyes Magos. Hoy, más allá de como te guste disfrutar de estas fiestas, desde el enfoque del crecimiento personal y con el ánimo de convocar tu mejor voluntad, te invito a llevar a cabo algo similar. 

Para empezar, apoyándome en el capítulo cuatro de “Lo que el corazón quiere contemplar” te propongo leer un cuento:

“Bota Rebotada era un singular calzado de material fuerte y resistente, con una gruesa suela en su base, y el cuerpo lleno de hebillas y cordones. El color de su piel se parecía a las piedras del suelo, a las arenas del desierto y al polvo de los caminos. Formaba parte de la familia de los zapatos y su tamaño era el más grande de su especie. Pero era una bota que se avergonzaba de sí misma.

Sus comienzos no le ayudaron mucho a mantener su autoestima, pues en la primera zapatería en donde la expusieron fue colocada en un rincón del escaparate, dado que si la ponían en primera fila, por su gran tamaño, tapaba todo lo demás. A su lado y por delante colocaron unas finas sandalias, esbeltos mocasines de ante, exquisitas babuchas de seda, unas livianas zapatillas de ballet y hasta unos diminutos botines para bebés llenos de colores y encanto. Nadie se interesó por ella y a las pocas semanas la volvieron a meter en su caja. Bota Rebotada pensó que no servía para nada, que quizás estaba mal hecha y que se quedaría sin saber lo que era ser calzada, cuidada, considerada con aprecio y llevada por el mundo a descubrir nuevos caminos. Pensó que pasaría su vida encerrada o en la esquina de algún escaparate, sintiendo envidia hacia los zapatos que eran escogidos.

Pero sucedió que la zapatería fue asaltada por unos ladrones y Bota Rebotada formó parte del botín. Así empezó una época muy dolorosa para ella porque se la quedó un muchacho para quien su tamaño no era el adecuado y se le hicieron ampollas en los pies. —¡No servís para nada!, —le oía gritar. —Sois duras y bastas, y sólo sabéis producir heridas. Escuchándole, Bota Rebotada, se encontraba cada vez más confundida. Se sentía culpable pero no sabía por qué, pues no estaba en su horma la intención de hacer daño. ¿Por qué nadie reconocía su capacidad para proteger, para abrigar y para colaborar a mantener el equilibrio? Fue una época en la que hasta dudó de su identidad, pues su propietario, siempre metidos en peleas, más que como calzado la utilizaba como arma arrojadiza.

Finalmente fue vendida a una tienda de calzado usado. Y allí ocurrió el milagro. Un día, cuando más estaba sintiendo la vergüenza de ser mostrada con su precio totalmente devaluado, como si lo único que quisieran fuera quitársela de encima a cualquier coste, entró en la tienda una niña con ojos inocentes y sonrisa entusiasmada que pidió le acercaran el enorme calzado expuesto en el escaparate. Examinó la bota de cerca y dijo estar muy contenta de que en su interior cupieran dos o tres pies como los suyos, y quizás también sus manos.

—¿Es un regalo que quieres hacer a tu papá?, —preguntó el vendedor, que no entendía el interés que podía tener la niña en esa compra. —No, no …, —respondió la pequeña, —no es para hacer un regalo, es para recibir muchos regalos. Y continuó la explicación: —Me han dicho que hemos de poner nuestros zapatos en la chimenea de forma que se vean bien. Todos en mi familia son altos y tienen unos enormes pies, así que he pensado que necesito unas botas muy grandes, no sea que mis minúsculos zapatos pasen desapercibidos. Estas serán las botas que utilizaré cada Navidad y las mantendré limpias y bien cuidadas porque tienen una importante misión que cumplir.

Al escucharle Bota Rebotada se sintió emocionada y deseosa de comenzar esta nueva etapa de su vida. En ese momento comprendió que todo lo que le había sucedido anteriormente había facilitado este encuentro, y sonrió aliviada porque comprendió que estaba en buenas manos; aunque siempre había pensado que se sentiría bien cuando estuviera en buenos pies.”

Ahora, para seguir con las actividades que te sugiero a continuación, tienes que imaginar que Bota Rebotada es tu propia vida y esa criatura que elige esas botas y confía en verlas llenas de regalos, tu alma niña.

Desde esta idea te propongo elaborar una lista de buenos propósitos, hacer un ejercicio para honrar a quien contigo va, escribir tu lista de sueños, crear tu estrella personal y abrazar al niño que hay en ti.

1.- Ideas para la lista de buenos propósitos:

Toma consciencia, con inocencia, asombro y confianza, de la vida que eres, aquí y ahora, incluyendo materia y forma, capacidad y sentido, sueños y esperanzas. Y ama esa vida incondicionalmente.

Apóyate, aunque ahora, o en algún otro momento, hayas sentido vergüenza al comparar tu vida con la forma de otras vidas, te hayas confrontado con la pena de creer que a nadie le interesas, te hayas sentido inútil o con miedo a no encontrar lugar donde brillar entre todo lo demás.

Mantente fiel a ti mismo, siendo lo que eres y siendo a la vez todo lo que quieres llegar a ser. Contempla tu existencia, tenga la forma que tenga, como vehículo útil, el punto de encuentro entre los sueños y la tierra firme de la vida.

Ten confianza en que, en algún giro del camino, podrás percibir el sentido de todo lo vivido, en medio de las dificultades encontrar la oportunidad y, aunque lleguen en formas insospechadas, ver tus sueños hechos realidad. Más allá de tu apariencia y logros actuales, confía en que en tu naturaleza está la sabiduría y los recursos para desplegar todo tu potencial.

2.- Ejercicio para honrar a quien contigo va:

Afírmate en la convicción de que, más allá de los juicios basados en las apariencias, todos tenemos un sitio, un valor y una función; y desde alguna perspectiva todo puede ser admirado, si a tu mirada le pones inocencia y corazón. Anota todo lo que descubras que, formando parte de tu experiencia, está colaborando a que puedas avanzar en tu camino y disfrutar de esa vivencia. Bendice todo lo que forma parte de esa trama existencial; es decir, nómbralo con estimación y hónralo dándole reconocimiento y expresando tus mejores deseos y gratitud.

3.- Sugerencias para escribir tu lista de sueños:

La niña que se quedó con Bota Rebotada escribía sus deseos y confiaba en despertar contemplando sus botas llenas de regalos. Deja que el niño que hay en ti, realice su lista de sueños y luego busca una cartulina del color de las piedras del suelo, las arenas del desierto o el polvo de los caminos, recorta el contorno de unas enormes botas, y en su interior realiza un collage que incluya tu foto sonriente y otras imágenes que para ti representen tu vida, calzando esa feliz y soñada realidad. Coloca ese collage en un lugar bien visible para que te ayude a recordar lo que, en tu experiencia, tu corazón quiere contemplar.

4.- Elabora el símbolo de tu estrella personal:

Puedes buscar un mándala o diagrama concéntrico ya dibujado, o perfilarlo tú mismo organizando los trazos en forma armoniosa alrededor de un punto central. Mientras lo coloreas imagina que en ese espacio quedan integrados cada uno de tus sueños en su más feliz realización. Guarda esa estrella en algún bolsillo de tu camisa y del alma, siempre bien cerca del corazón. Simboliza tu misión y tu visión. Representa tu radiante expansión. Contemplarla será para ti, fuente de entusiasmo y motivación.

5.- Abraza al niño que hay en ti:

Busca un lugar tranquilo y asegúrate de que no te van a interrumpir. Siéntate manteniendo tu espalda erguida, cierra los ojos y comienza por tomar conciencia del ritmo de tu respiración. Con cada expiración imagina que estás yendo más y más adentro, queriendo alcanzar el centro de tu ser, tu hogar interior.

Después de unos minutos respirando así, imagina que ya has llegado y que ahí, en medio de una gran paz habita tu alma niña, guardando toda la creatividad que vuestros sueños necesitan respirar para hacerse realidad. Teniendo en cuenta este pensamiento sigue poniendo atención al ritmo de tu respiración. Ahora, al inspirar, imaginas que abrazas al alma que te anima, y, al expirar, te visualizas llenándote de su radiante energía. Piensa, además, en todo lo que a tu alrededor, por pequeño que sea, también sueña; y afírmate en la intención de interesarte por sus anhelos y las posibilidades de mutua colaboración.

Hazlo así hasta sentirte lleno de vitalidad y vuelve a ese hogar cada vez que el desánimo aparezca en tu experiencia o cada vez que quieras recordar tu esencia más espiritual.

Por último, para ayudarte a perseverar en la tarea de hacer realidad tus sueños te recomiendo repasar los artículos titulados “¡Manos a la obra!” y “¿Estás a la altura de tus sueños?”. Igualmente, si aún no lo has hecho, te invito a leer “Lo que el corazón quiere contemplar”, un libro que he escrito pensando en los niños y niñas que, tengamos la edad que tengamos, aún podemos ser. Intuyendo, como cada Navidad, que en el fondo de la vida siempre queda mucha espontánea alegría y mucha inocencia por nacer.

Gracias por tu atención. Te deseo lo mejor, ahora y siempre. ¡Felices fiestas y feliz 2015! Abrazos y hasta pronto.




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"En el fondo de tu corazón están esperando los sueños no cumplidos y todo el amor que aún no ha podido ser. Date permiso para vivirlos.(“Lo que el corazón quiere contemplar”) 

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