A veces propongo una conversación convencida de que es necesario hablar y no me doy cuenta de que sólo quiero desahogarme, sin escuchar opiniones ni consejos. O, sin saber por qué, me resulta urgente abordar un tema y es que me duele algo mal cicatrizado del pasado porque me acaban de tocar esa herida. O me siento culpable e, inconscientemente, busco alguna excusa para juzgar a alguien a mi alrededor. O estoy demasiado irascible para razonar pero espero que el otro se haga cargo y, aún sin explicaciones, me apacigüe. O simplemente quiero atención y no me paro a ver si es el momento adecuado para pedirla, entre otras cosas, porque creo que lo que quiero es algo diferente.
A mi me pasan estas cosas y, en mi experiencia como coach personal, he comprobado que otros muchos seres humanos también viven experiencias parecidas. Son situaciones que, aunque nos impulsan a hablar, la mayoría de las veces entorpecen la comunicación con los demás. La buena noticia es que también son momentos adecuados para tener una estupenda charla con uno mismo. Opino que para un mejor entendimiento es necesario hablarte antes que hablarle y por eso hoy quiero compartir contigo algunas preguntas que te pueden resultar útiles en esa labor:
A mi me pasan estas cosas y, en mi experiencia como coach personal, he comprobado que otros muchos seres humanos también viven experiencias parecidas. Son situaciones que, aunque nos impulsan a hablar, la mayoría de las veces entorpecen la comunicación con los demás. La buena noticia es que también son momentos adecuados para tener una estupenda charla con uno mismo. Opino que para un mejor entendimiento es necesario hablarte antes que hablarle y por eso hoy quiero compartir contigo algunas preguntas que te pueden resultar útiles en esa labor:
¿De qué va el asunto?
Trata de descubrir qué es lo que te preocupa, el tema del que quieres hablar. Y localiza los hechos concretos distinguiéndolos claramente de las interpretaciones. Mira la diferencia entre pensar: “Hace quince días que mi pareja llega a casa dos horas más tarde de lo habitual” o “Estoy viendo que mi pareja ya no tiene ganas de estar conmigo” Acostúmbrate a detenerte para discernir entre la interpretación y la observación objetiva de un suceso. Comprobarás que según las interpretaciones que hagas de un mismo hecho, te sentirás de forma distinta.
Trata de poner nombre a lo que sientes y al expresarlo utiliza un lenguaje que te sitúe en un papel protagonista. Por ejemplo: “Me siento enfadado”, en vez de: “Esa persona me saca de quicio” Es decir, evita palabras que impliquen que otra persona "te hace sentir" de cierta manera. Tú siempre puedes elegir tu respuesta emocional frente a las acciones de otro. Una vez identificadas las emociones, permítete vivirlas. Lleva tus manos allí dónde las sientas y dales espacio en tu conciencia mientras respiras pausadamente. Pregúntate: ¿qué es lo que puedo hacer para canalizar constructivamente esta energía emocional? ¿qué necesito hacer para estar en paz?
¿Que quiero en este momento?
¿Que quiero en este momento?
Identifica tu necesidad lo más claramente que puedas. Comienza con tu reacción más visceral y sigue la cadena de deseos hasta que encuentres algunos ejemplos específicos de cosas que puedas pedir, realizar, promover, etc., para que tu deseo quede satisfecho.
Una vez respondidas estas tres preguntas ya puedes completar la siguiente frase: “Ha pasado esto (el hecho que hayas detectado cómo detonante) y lo he interpretado de esta manera (tus interpretaciones de los hechos). No sé si esas interpretaciones son adecuadas, por eso quiero hablarlo. El caso es que, en función de esas interpretaciones, ahora me siento así (cómo te sientes ahora) y quiero esto (explica tu deseo)” Con esta información estás en mejor disposición para establecer una buena y efectiva conversación.
Para terminar con una sonrisa te dejo este vídeo titulado: ¿Dónde está la panadería? Refleja, de una forma muy graciosa, lo difícil que a veces nos resulta hacernos entender. Gracias por leerme. Un abrazo y hasta pronto.
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