Decía Robert Frost que “la mitad del mundo tiene algo que
decir, pero no puede mientras que la otra mitad no tiene nada que decir, pero
no calla,” Esta
cita del poeta estadounidense me lleva a pensar lo importante que resulta, para promover bienestar y buena convivencia, tanto
poder hablar con libertad como apreciar el silencio cuando callar puede ser la
mejor aportación.
A la vez,
esta reflexión me despierta la impresión de que, aún siendo necesarias tanto
las palabras como los silencios, hablar tiene mejor prensa que callar. Con
tanta tecnología a nuestra disposición para poder opinar, es fácil acostumbrarse a una lluvia incesante de comentarios. Y si alguien
se mantiene callado se le pregunta, con inquieta buena intención, si está bien,
si le pasa algo o como es que no dice nada.
Personalmente, quizá
porque demasiadas veces he metido la pata por hablar de más, porque he visto
como bromas fuera de lugar arruinaban momentos íntimos o porque he comprobado
cómo la tensión, tras descalificaciones innecesarias, quebraba la cordialidad
de algunos encuentros, admiro a las personas discretas. Esas que, ante la
tónica general de hablar por hablar, optan
por elegir un prudente y respetuoso silencio. Personas que saben llevar
a la práctica la útil propuesta que aportó el novelista y ensayista francés, André Maurois (1885-1967): “No
decir más de lo que haga falta, a quien haga falta y cuando haga falta.” Porque
el
silencio, cuando es elegido, no socava la libertad de expresión sino que forma
parte de ella.
El silencio a veces no
solo habla, sino que grita y logra expresar lo que no tiene palabras que lo
traduzcan fielmente.El silencio puede ser la antesala repleta de emoción, a las
palabras más significativas y da fuerza a algunos gestos como una mirada o una
caricia. Y el silencio puede ayudar a escuchar el propio latido, el eco de cada
emoción y el rumor de una intuición.
Pr todo esto, a diferencia de otras ocasiones en las
que he escrito sobre el valor de hablar claro y dejarse oír, hoy, quiero
destacar el valor del silencio. Subrayando algunos momentos en los que callar
puede fortalecer la confianza, reconfortar o promover el entendimiento y la
concordia tanto en la relación con uno mismo como con los demás:
Ante
rumores o suposiciones:
Me agrada comprobar que en este diálogo atribuído a
Sócrates,, el filósofo griego proponía, ya en el siglo V a.C, tres filtros que invitan a hacer una pausa para pensar antes de opinar:
“Se
cuenta que un discípulo suyo se acercó al gran filósofo y le dijo:
¿Sabes
lo que escuché acerca de tu amigo?
Espera
un minuto, replicó Sócrates. Antes de decirme cualquier cosa querría que
pasaras un pequeño examen. Es llamado el examen del triple filtro.
¿Triple
filtro?
Correcto,
continuó Sócrates. Antes de que me hables sobre mi amigo, puede ser una buena
idea tomar un momento y filtrar lo que vas a decir.
El
primer filtro es la verdad: ¿estás absolutamente seguro de que lo que vas a
decirme es cierto?
No,
dijo el hombre, realmente sólo escuché sobre eso y no sé si es cierto o no.
Ahora,
continuó explicando Sócrates, permíteme
aplicar el segundo filtro, el filtro de la bondad: ¿es algo bueno lo que vas a
decirme de mi amigo?
No,
por el contrario…
Por
último, le propuso el filósofo, te invito a aplicar el filtro de la utilidad:
¿será útil para mí lo que vas a decirme de mi amigo?
No,
realmente no.
Bien,
concluyó Sócrates. Si lo que deseas decirme no es cierto ni bueno e incluso no
es útil, ¿por qué hablar de ello?”
Bordeando
tu intimidad:
Una cosa es, expresarte o buscar apoyo en personas de
máxima confianza y otra, hablar con ligereza de asuntos íntimos. Considero que
es prudente un poco de reflexivo silencio para decidir si realmente te conviene
ofrecer esa información. Podrías primero, en silencio, preguntarte: ¿Qué pasaría si esas confidencias se terminan sabiendo? ¿Podrían
perjudicarte? ¿Podrían perjudicar a otras personas involucradas? ¿Cómo te
sentaría descubrir que, sin tú saberlo,
tu pareja, tus padres o tus amigos hablan de tu vida sexual, tus apuros
económicos o tus problemas de salud, por ejemplo?
Tras
un error propio o ajeno:
Es saludable reconocer una equivocación, pedir o
aceptar disculpas o defender un punto de vista ante quien sea necesario
hacerlo. Pero puede ser arriesgado hablar de tu error o del de los demás ante
quien puede usar negativamente, en el presente o en el futuro, tal información.
Hay asuntos que pueden ser mal interpretados si no se explican en profundidad y
solo suscitarán juicios e incomprensión que se pueden evitar callando.
Para
poder escuchar:
Por ejemplo, cuando una persona te expresa sus problemas,
no des por supuesto que espera tu consejo o tu opinión. Quizá únicamente quiere
tu compañía, sin juicio ni evaluación. O cuando se habla de un tema que conoces
bien. Recuerda que saber mucho no es saberlo todo. Escuchar en atento silencio
es compatible con compartir después tu información.
Porque
quieres escucharte:
Silencio para entrar en el espacio íntimo de tu hogar
interior. De vez cierra los ojos y concéntrate en el ritmo de tu respiración
durante un rato. Luego pregúntate: ¿Qué
estoy sintiendo, cómo lo siento, en qué parte del cuerpo noto esta emoción? Observa
si notas algún tipo de tensión y lleva allí tu atención mientras respiras
pausadamente. Permanece así, en silencio, aceptando las sensaciones,
pensamientos y emociones que se vayan presentando. Acepta sentir sin evaluar,
simplemente estando presente en la experiencia. Existe un sanador silencio que
no necesita ausencia de ruidos sino de juicios.
Por
respeto:
Especialmente en momentos de duelo o en situaciones en
los que las personas se reúnen buscando recogimiento e instrospección. La
silenciosa presencia plena en momentos de dolor compartido o comunión
espiritual es un tesoro. Y es que es hermoso escucharse pero aún es más entrañable compartir silencios.
En
una discusión que te afecte, una conversación delicada o una negociación
importante:
Momentos delicados en los que conviene ser prudente antes
de precipitarse a hablar. Aunque estés con personas de mucha confianza, si las
emociones te están invadiendo, puedes decir palabras hirientes o hacer
comentarios de los que luego te arrepientas. Espera a estar más calmado para
expresasr tus opiniones. Una postura verdaderamente asertiva da espacio al
silencio reflexivo. Decide tras escucha en silencio las razones que la razón y
el corazón tienen para hablar o callar.
Buscando
inspiración:
Cultivar el silencio supone estar abierto a la
experiencia de la realidad aún desconocida. Confiando que el rumbo y el sentido
te lo va a susurrar el corazón. "Empieza
tomando conciencia de tu respiración y observa cómo vienen y van tus
pensamientos. Cuando tu atención se quede apegada a alguno de ellos, vuélvela a
enfocar en cada inspiración y expiración. Sigue un rato haciéndolo así y luego
imagina que, tras esas hileras de pensamientos que llegan y se van, hay un
campo infinito de energía, de donde surge todo lo que es, y en donde se va a
engendrar el patrón de vida necesario para manifestar lo que tu corazón quiere
contemplar. Ahora, con cada respiración te afirmas en la intención de volverte
más y más receptivo a esa fuente de inspiración brotando en el centro de tu
ser. " ("Lo que el corazón quiere contemplar")
Para
dejar hablar a los hechos:
Cómo tan magistralmente lo expresa Pablo Neruda en su
poema “Silencio”:
“Yo
que crecí dentro de un árbol
tendría
mucho que decir,
pero
aprendí tanto silencio
que
tengo mucho que callar
y
eso se conoce creciendo
sin
otro goce que crecer,
sin
más pasión que la substancia,
sin
más acción que la inocencia,
y
por dentro el tiempo dorado
hasta
que la altura lo llama
para
convertirlo en naranja.”
Gracoas por tu atención. Me encantará leer tus
comentarios. Abrazos y hasta pronto.
Pepa
Arcay
Coach Personal
p.arcay@la-llamada.com
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